Pensamientos breves (o no) de un europeo

lunes, 18 de enero de 2010

Asociación de ideas: la señora Nanuk en el gimnasio

Vengo del gimnasio. Necesito hacer deporte de cuando en cuando porque soy oficinista.

Reconozcámoslo: los gimnasios son caldo de cultivo de tipejos. Es el foro donde se congregan el mayor número de seres humanos ridículos por metro cuadrado.

Hablo de los hombres (por lo normal las mujeres que hay en mi gimnasio mantienen la dignidad, salvo cuando van a clases de cosas con nombres en inglés, tipo body pump, stretching o aerodance. ¿Cómo es que gente con título universitario puede someterse a las indicaciones idiotas de una monitora de inteligencia sub-humana?).

Bien mirado, no puede salir nada bueno de un gimnasio. Y es lógico: uno no va a esos sitios a cultivar la bondad, la dulzura o la delicadeza. Ahí la gente va a entrenar el cuerpo a base de repeticiones mecánicas de movimientos animales hasta la extenuación. Y eso fomenta la degeneración de los espíritus débiles. Cómo no va a ser así en un sitio donde sudar no es vergonzoso sino obligado, donde enanos musculados se pavonean alzando pesas frente al espejo, donde calvos de torax hipertrofiado levantan pesos imposibles con una concentración mística. Y nadie les dice nada. Y todo ello al son de machaconas repeticiones de ritmos carentes de cualquier melodía, belleza o armonía que vomitan sin tregua los altavoces. Y no hablo de lo que ocurre en los vestuarios porque aquello excede mi capacidad de descripción de lo cáustico.

Los vigoréxicos... Los vigoréxicos y los workaholics. Formas de masoquismo de lo más idiota propias de una sociedad saciada y un poco vacía.

"Oiga ¿y usted porqué va allí?". Pues porque fuera hace frío, leche.

Basta, no quería escribir de eso (aunque me he despachado a gusto). En realidad quería relatar una extraña asociación de ideas que ha venido a mi cabeza en el vestuario masculino, rodeado de gentuza musculada en calzoncillos. Mientras me quitaba los zapatos, el recuerdo en blanco y negro de algo conmovedor que ocurrió en 1922 me ha dejado suspenso por un momento. "Oiga - diréis mosqueados - ¿cómo puede usted recordar algo que pasó a principios del siglo XX? ¿Nos está tomando el pelo?". Pues no. Se trata de una escena del documental "Nanuk el esquimal", de Robert J. Flaherty. En ese documental, el primero de su género,se narra la durísima vida de una familia de esquimales (la de Nanuk) en un tiempo en que todavía no se habían inventado los anoraks, las estufillas electricas y las camisetas Damart Termolactil (supongo). Vi ese documental en la universidad, hace más de diez años, en 1998 ó 1999. El caso es que de pronto recordé la escena en que la familia se despierta en su iglú. Dormían todos apretadicos bajo montañas de mantas de piel de foca (con ese frío, a ver quién quiere intimidad). Nanuk se despereza tras una noche de tormenta helada y se prepara para ir de caza, a por la pitanza del día. Uno prevé un menú como de sopa de foca de primero, cocido de foca de segundo y mus de foca de postre. La cosa es que dentro del iglú - con el equipo de rodaje y todo - debía hacer un frío que congelaba los bigotes, pero fuera no te quiero ni contar. El caso es que vemos a Nanuk vestirse, como con serena resignación, y de pronto la mujer de Nanuk la emprende a mordiscos con las botas del marido. "Espera un poco cariño, que ahora te traigo una foca; no seas ansiosa. Que además estos señores nos están grabando..." le podría haber dicho Nanuk. Pero no, resulta que la mujer hacía eso para calentar las botas de Nanuk, que se habían congelado durante la noche...

No tengo palabras. Entre todos esos tipejos ridículos que se miraban los bíceps en el espejo del vestuario aquella imagen me golpeó con fuerza. Me quedé un rato mirando como me asomaba un dedo a través de un tomate colosal en mi calcetín. Pensaba en lo que la mujer de Nanuk hacía por su marido todas las mañanas. A menos 30 grados bajo cero, recién levantada, se metía en la boca las botas de su marido (supongo que éste sólo tendría un par que, por ende, estaría no poco sudado y grasuliento) y heladas como estaban las mordía hasta deshacer el hielo con su propia boca.

Y tengo el vago recuerdo - no se si esto lo pongo yo de mi cosecha - de que la mujer sonreía al hacerlo.



5 comentarios:

  1. No lo he leído, pero comento.

    Prometo hacello.

    Leed la cosa, digo.

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  2. Este textito me ha parecido sublime, completamente escrito con la plumas de las deidades de la inspiratio más fecunda. Póngame a los pies de la señora de Nanuk.

    Me das permiso para que lo publicite via FB o prefieres esta bi-direccionalidad intima que también su aquel?

    Tuyo,
    E

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  3. Cómo resistir a los halagos? cómo negarse a la fama? Publicita, publicita.

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  4. "...en cuando por que soy oficinista".

    Deberia poner porque.


    Buenas tardes y un saludo,
    Mario

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  5. Haces bien en dudar, Cote, sobre el estado de los inventos en 1922. Copio y pego de wikipedia y de una página de historia de los inventos

    "Anorak" Esta clase de ropa, hecha originalmente de caribú fue inventada por los Inuit (esquimales) de la región ártica, que necesitaban un abrigo que fuera capaz de protegerlos contra el frio y la lluvia durante la caza y el kayaking. La palabra anorak deviene de anoraq Kalaallisut, mientras que el origen de la palabra parka deviene del Aleut. El anorak conserva del desgaste a las caliente ropas que los Inuit visten debajo del mismo. Ciertos tipos de anoraks de los Inuit tienen que estar cubiertos regularmente con aceite de pescado para resistir al agua.

    "Estufa eléctrica" Un 1902, una década después de que Edison diera a conocer la lámpara incandescente, los inventores británicos R. E. Crompton y J. H. Dowsing patentaron la primera estufa eléctrica para uso doméstico. El nuevo aparato consistía en un alambre de alta resistencia enrollado varias veces alrededor de una placa rectangular de hierro. El alambre, que al conducir la electricidad adquiría un brillo blanco anaranjado, estaba situado en el centro de una pantalla parabólica que concentraba y difundía el calor en un haz.

    En todo caso, en lo que a Nanuk y su historia respecta, da lo mismo, porque no disponían de electricidad, y sus "anoraks" no serían último modelo. Gracias por rescatar esta escena, y por situarla para mayor contraste en ese submundo que veo que frecuentas por motivos puramente locomotores y cardiovasculares sin que contamine tu espíritu. Y el tipo que escribe los "oiga" en tus post es un crack. Habla poco, pero vaya sentido común que tiene. Otro gallo cantaría si en el mundo hubiese más como él.

    Guillermo el tardocomentante

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