Pensamientos breves (o no) de un europeo

jueves, 23 de mayo de 2013

Fantasía místico-filosófica

El místico puede plantearse el dilema del peligro de la libertad.

Supongamos un hijo pródigo que, después de mucho pecar (y por tanto conocer mucho), regresa a la fe. Vuelve hambriento de bondad de Dios, tras años de deambular perdido en la oscuridad. Ha intentado desesperadamente ser feliz y las satisfacciones pasajeras que ha podido obtener han dado forma a un vacío existencial mayor, insoportable Vuelve de la desesperanza de la nada al abrazo luminoso del amor de Dios.

Esta alma recuperada, antigua oveja descarriada, deambuló libremente en la oscuridad. Hizo amplio uso de su libertad. Sin embargo, durante mucho tiempo fue infeliz.

Sin quererlo, al actuar libremente, sin guía, sus vicios le fueron degenerando, envileciendo poco a poco el corazón: se hizo adicto de la satisfacción sexual, fue un pequeño egoísta, perezoso, infantilmente caprichoso, descuidó el intelecto, desarrolló un carácter burdo y vulgar, se apegó a manías ridículas... Una costra de vileza endureció su corazón.

Por un milagro, cuando ya sólo sentía desazón, vio la luz y logró salir de las tinieblas en un nuevo parto feliz. Esa costra de la vileza se quebró y el calor de la bondad de Dios penetró en él de nuevo llenándolo de luz como el día vence a la oscuridad de la noche.

Reconfortado, el antiguó pecador piensa ahora si mereció la pena ser tan libre, no tener ningún freno.

Es difícil argumentar la necesidad de embridarse, de limitar la libertad. Por otro lado, hay tanto riesgo en una libertad desbocada... Ese es el dilema de nuestro místico, quizá un dilema un poco maniqueo.

Tal vez fuera inevitable. Además, sólo se aprecia verdaderamente el valor de la luz cuando se ha caminado entre tinieblas.

Qué solos estamos, los pecadores, sin guía. Libres y tristes.