Pensamientos breves (o no) de un europeo

lunes, 11 de noviembre de 2013

Un lunes cualquiera


Como todos los lunes, Antolín Guijarro Muñidor se ha levantado a las cinco de la mañana y ha ido a ordeñar las vacas. Hoy es un lunes como otro cualquiera, y no ha habido ninguna novedad reseñable en el proceso. Quizá hoy Antolín ha acariciado con mayor entusiasmo las ubres de Perezosa, pero eso no tiene mayor relevancia. Antolín está un poco falto de cariño, eso es todo.

Cuando el alba dorada extendió generosa sus fogosas hebras de oro sobre el prado, Antolín tomó la guadaña y fue a segar el heno. Como todos los lunes, al finalizar su tarea, se hizo una gran paja sobre la hierba apilada. Desgraciadamente no controló bien sus impulsos y, en medio de los espasmos propios del proceso, se segó el miembro viril de un tajo (escroto y huevos inclusos). Mientras se desangraba sobre el heno, Antolín gemía:

"Vaya hombre, y ahora como le explico esto a Berta".

*          *          *

A las siete de la mañana Nicanor Valdillas Pesebre levantó la verja de su tienda con un gran bostezo, como un lunes cualquiera. Se desperezó en plena calle como un oso y a duras penas se recolocó la clavícula, que se le había descoyuntado. Sacó su manojo de llaves y al abrir la puerta de su churrería se encontró con una banda de mafiosos malteses en el interior, que intentaban robarle la maquinaria.

Nicanor era un hombre de sangre fría. Conocía la crueldad de los contrabandistas malteses y sabía que no se detendrían ante nada. Así que hizo como si los bandidos no estuviesen ahí. Se acercó al mostrador tatareando el tema central de una conocida opereta cómica, se puso el delantal y el gorro de maestro churrero y comenzó a añadir harina a la masa de los churros. "Voy a hacer unas porritas de toma pan y moja" – dijo aparentando seguridad. Los malteses – un grupo de cinco o seis sucios y greñudos latinos – entraron al trapo al principio, y fingieron ser técnicos de Fagor que se llevaban las máquinas para repararlas. Sin embargo, cuando Nicanor cogió las tijeras para cortar la masa, el jefe de los maleantes echó la mano a su recortada y a su señal los ladrones acribillaron a balazos a Nicanor.

En medio del charco que formaba su propia sangre, Nicanor agonizaba.

"Qué contrariedad; y ahora ¿cómo le explico esto a Berta?"

*          *          *

El relato de estos sucesos debe llevarnos a reflexionar sobre el peligro que encierra minusvalorar los riesgos de los lunes, como si fueran un día cualquiera. De acuerdo con el 67 % de los expertos almanaquistas consultados para este cuento, los lunes no pueden ser considerados, en rigor, un día cualquiera. De hecho, según afirman fuentes del todo solventes, en cinco de cada ocho lunes Berta pierde un amante en un trágico accidente. Tan es así que Berta está considerando seriamente tomar los hábitos.

Y eso si que será trágico.

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