Pensamientos breves (o no) de un europeo

lunes, 11 de noviembre de 2013

Aspereza

Numerio Negidio deshizo entre los dientes la postilla que se acababa de despegar del codo, y no la encontró tan sabrosa como en otras ocasiones. Lanzó un suspiro de resignación y sacó la cabeza del agujero otra vez. Había dejado de llover y la humareda de la noche se había desvanecido, pero el aire se había quedado húmedo y un viento helado le ardía en el rostro. Miró a un lado, miró a otro. Nada se movía sobre el lodo.

Notó que tenía la pierna entumecida. Trató de sacarla del charco y comenzó a golpearla con el puño. Cuando el dolor se hizo insoportable detuvo la mano.

"Vaya, voy a perder esta también".

Volvió a sacar la cabeza del agujero y a lo lejos sonó el graznido de un cuervo. La presencia de algo vivo, aunque lejano, le hizo sonreir. La mueca le provocó un ataque violento de tos que le sacudía todo el cuerpo. Cuando se calmaron los espasmos, logró escupir algo de la sangre que se le acumulaba en el estómago. Se mantuvo inmóvil durante horas, temeroso de otro ataque de epilépsia como el de los días anteriores.

Alguien comenzó a quejarse débilmente desde otro agujero. No parecía muy distante. No podía ser. No había visto ni sentido movimiento desde el bombardeo de hace tres noches. Venció su miedo y finalmente se atrevió a a sacar la cabeza del agujero por segunda vez, primero sólo los ojos, luego hasta la cintura.

Y entonces reparó en el tirador a lo lejos, semienterrado, tras un arbusto. Primero vió el fogonazo y al cabo de un segundo escuchó el disparo y sintió el impacto en la zona del bazo. Se dejó caer de espaldas en el fondo encharcado del agujero. Y sonreía.

"Bendito sea Dios - se dijo - no estoy sólo".

No hay comentarios:

Publicar un comentario