Pensamientos breves (o no) de un europeo

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Apuntes rápidos sobre Roma


Roma es una ciudad que rebosa historia. Literalmente. Tiene un pasado tan potente, tan poderoso, que ahora apenas puede crecer y vivir por si sola. La sombra hipertrofiada de semejante historia no le permite emprender nuevas aventuras.

Solo quedan los huesos de lo que fue aquello en la época clásica. Las ruinas de foro romano son como el esqueleto de un enorme animal muerto. Pero las piedras hablan. Hay que detenerse a escucharlas. Pero hay que tener cuidado: cada una de las piedras habla, dice muchas cosas, incluso las hay que gritan... y hay demasiadas piedras. A veces es difícil entenderlas de tantas cosas como dicen a la vez. Uno debe hacer un esfuerzo de concentración y discriminación, porque si no se aturdirá con el clamor atronador del silencio de las piedras, y no sacará nada en claro. Hay que vencer a la tentación y sólo mirar una piedra cada vez, prescindiendo del resto.

En Roma importan a la par historia y belleza. Con los despojos de tanta grandeza, en la edad media y durante el renacimiento los romanos - habría que decir los papas - levantaron una nueva ciudad que había de asombrar al mundo. Artistas de todo el mundo competían por lograr las creaciones mas bellas, hasta casi llegar a las manos. Como Bernini y Borromini en la Piazza Navona. Cuando uno llega a Roma comprende a Lutero, pero a la par agradece que los papas llegaran a ser tan tremendamente vanidosos.



Enumero, sin vocación de exhaustividad, según me vienen a la mente: san Luis de los franceses con los espléndidos caravaggios de la vocación y martirio de san Mateo, santa Susana, el éxtasis de santa Teresa, el Iesu, la basílica de san Juan de Letrán, san Pedro del Vaticano, y tantas maravillas más que me dejo en el tintero.

Y luego está esa Italia que de pronto en el siglo XIX decide que quiere unirse, planta cara al papado y le da una gran lección de humildad. El Papa queda preso en Roma. Sus antiguos dominios se convierten ahora en su cárcel. La nueva monarquía le humilla con el Altar de la Patria. Años más tarde Mussolini hace las paces con los papas.

Ser arquitecto en Roma debe ser difícil. Cualquier cosa que se construya en la Ciudad Eterna debe ser grandiosa y - esto es lo complicado - no debe desentonar con lo que ya existe.

Maravilla tras maravilla. Historia e historias en cada piedra, en cada rincón.

Roma no se termina nunca.